martes, 11 de mayo de 2010

...

Y aquella niña es casi como un dulce de leche,
que te amarra con solo una cuchara,
pero que te aplasta con su sabor de azucar.


Es ese el sabor prohibido y escondido,
que se oculta entre las ropas,
y ahora entre las palabras del hablante mudo.


En las perchas cuelgan aun los sollosos,
de quien cerro la puerta por mirar de reojo,
y la dejo semiabierta para salir,
cuando dejara de sentirse sucio y pegajoso...
con aquel dulce manjar hermoso.


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