Yacía entonces sobre mí esa fea luna. Si, fea porque me alumbraba el camino al andar. Yo, con las manos en los bolsillos, caminaba balbuceando y tildándome de tonto, de débil transeúnte que perdió la ciencia y la conciencia sin más reclamos. Pero ya no me quedaba más, solo seguir caminando por esas solitarias calles mojadas por la reciente garuga. Ni cuenta me había dado de aquella llovizna. Estaba embelesado en ese momento con aquella mujer que me quito el aliento. Al parecer el mundo había cambiado mientras nos guarecíamos bajo ese puente amándonos como bestias guiadas por el mero instinto de aquel placer con doble filo. Si, estaba embelesado, enceguecido, totalmente turbado.
Por ello odio tanto la luna esta noche, por haberme sacado de ese adormecido estado, y traerme de sopetón este peso.
Aún conservaba en mis labios el sabor de sus besos. Aún tenía en mis ropas su aroma femenino. Los cargaba como culpa, como punzón.
Me tumbé en medio de la calle. Seguía un poco ebrio, pero realmente eso no importaba.
Comencé a recordar su piel, su rostro, su cuello, su pecho. Todo esos recuerdos se transformaban en un delito, todo lo que los muros inertes de aquel viejo puente vieron, era la evidencia
¡Pero qué delito más bello había sido!
Tras el barrido candente de ese amor sin descanso, prometimos olvidarlo todo. ¡Pero qué diablos! ¿Cómo podría yo olvidarlo todo? Si esos pechos, esas caderas, esa silueta, habían sido de mi mejor amigo, de él, que juraba amarla.
¿Cómo desechar de mi mente que cada palpito fue como vomitar en su dicha de enamorado y en nuestros años de amistad?
Me levanté del suelo, me había mojado la espalda. Mis manos volvieron a su refugio en el pantalón, esa manía me ayudaba a aclarar la mente.
La había dejado hace unos momentos en la puerta de su casa. Tan descarado fui , que la llevaba sujeta de la mano. Tan infame llegue a ser que la besé y le dije "te quiero".
Pero antes de que cerrara la puerta tras de sí, llegamos a un acuerdo: yo con mi vida ,y ella con la suya.
Y ahora ella sigue con su vida, besa a mi amigo con esa misma boca, toma de su mano con esa misma mano. Se besan y despiden en esa misma puerta.
Y ahora... ella sigue con su vida.
Y ahora... ¿Quién me devuelve la mía?
Lechuguita, por qué no escribes un nuevo poema porfa :D? Saludos.
ResponderBorrarDiego Oliva Andaur.