domingo, 24 de octubre de 2010

POR TUS OJOS ARREBOLADOS

El  frío   me   calaba  los  huesos. No  andaba  gente  a  esa   hora  en la  caleta.  Aún   estaba  muy  oscuro, y  la  marea  estaba   alta. No  podía   esperar  , a si  que  prendí   el  motor   de  la  lancha y  partí  a  toda  prisa.  Tenía que  estar  de   vuelta antes  que  llegaran mis  compañeros. Mientras manejaba  la  lancha,  no  contenía  el  temblor de mis manos,  así que sorbí un  poco de aguardiente que llevaba en una petaquita, pero  no  era  pa´ calmar  la  sed, era pa´ los  nervios. Ay de  mí,  y de las  circunstancias que  me habían llevado a ser  pescador. Tenía un  futuro brillante, el  primero  en la  familia en la  universidad, el ingeniero  d e la  familia. El   hijo  de  pescador que   siempre renegó de   sus  orígenes  y   siempre  quiso  ser  más, para  salir  de  esa  caleta  inmunda. Y  ahí  estaba   ahora, hediondo a pescado,  hediondo  a mediocridad.
  Tu   tuviste  la  culpa de que  todo  se  desbandara,    con  tus  ojos  arrebolados. Tú  tienes  la  culpa  de enamorarme.
 Me  adentré  aún  más   en ese  mar. Me  desagradaba el mar desde pequeño,  tu  lo sabias. Me produce desazón.
A  mi  lado  llevaba  ese  bulto,  sí, ese  bulto. No podía mirarlo  sin desesperarme, sin llorar  a  gritos. Mis  lágrimas  resultaban más saladas  que la  mismísima  agua que me rodeaba.
  tuviste  la  culpa mujer. Tuviste la  culpa de este  sentimiento. Si  bien  te  amaba. No  soportaba  el  fracaso. Verme  encerrado, echarme la u,  estar  encalillado  hasta las  patas. Tampoco soportaba  la idea de  esa  guagua,  que  venía y había que alimentar. Si, soy  un  monstruo. Debía amarlo, ¿pero  qué  va?, era otro cacho. Me  sentía  podrido,  igual que esas  tripas  de pescado. Realmente  soy d e los  peores, de  los  peores.
  Llegué  al  lugar  deseado, bien  lejos de la caleta, por  ahí  por  donde  nadie  andaba. El lugar perfecto para  que  las  olas  escondan todo,  y  se  conviertan  en el  cómplice  anhelado.
  tuviste  la culpa amada  mía. Tuviste la  culpa de  esos  ojos amoratados  que  tantas  veces  cubriste prolijamente  con base. Tuviste  la  culpa  también de esas  cuantas  heridas que  fingiste  como  torpeza  tuya. Sé  que  me  amabas.  Lo  sé. Sé  que  nos  amábamos. Pero    también que  pudimos  ser  más.
Tomé aquel enorme bulto envuelto en frazadas y  nylon. No quería  dejarlo. No  quería  dejarte. No  quería dejarlos. Tomé  aire y  con  dificultad lo  abalancé por  la  borda. Me  despojé de  él.
Vi sobresalir, de  ese  negro  rollo  amarrado,  tu  blanquecina  mano,  esa  mano delicada  con las  uñas  pintadas con ese  rojo  cereza que  a    tanto  me  gustaba. Vi esos  dedos  bajar hasta  desapareces  en el  fondo,  atraída por el  peso  de la  roca a la  que  estaba  atada.
Ese  es  el  último  recuerdo  que  tengo  de  ti  amada mía. Y  todo  fue  tu  culpa. Por  enamorarme. Por  enamorarme con  tus  ojos  arrebolados. 

1 comentario:

  1. Ingrid:

    Todavía sigo leyendo lo que escribes y este escrito, la verdad, no me gustó mucho. Tal vez porque es extremadamente triste =/. Tal vez, por algo más...

    Lo único que puedo decir es que el pescador nunca debió rendirse porque todos los problemas tienen solución.

    Saludos.

    Diego.

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